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Andrés Julián Londoño Deossa

3. Padre.jpg Andrés Julián Londoño DeossaMiniaturasAndrés Julián Londoño Deossa

Ese 14 de marzo, todo marchaba muy bien. Visitamos una abuelita en Liborina y, después, de regreso a la ciudad de Medellín, un disgusto entre padre e hijo aconteció. Sin saberlo, ese sería el último día que vería al viejo, pues, para la siguiente semana, comenzaría en Colombia lo que es hasta hoy, el confinamiento por el Covid-19. En el mes de abril, las alas de muerte cayeron sobre mí. La historia colectiva, el terruño y la familia, removieron los cimientos del disgusto, que llevó al restablecimiento de los vínculos familiares, como forma de resistencia en la distancia ante la pandemia por el Coronavirus.